sábado, junio 18, 2011

Desconexión (cap.I)

Miguel corrió esquivando los automóviles desperdigados por la calle, estremeciéndose con los truenos, sintiendo la tensión en su cuerpo a punto de paralizar sus músculos con cada estallido de luz de los extraños rayos. Le dijeron que eso era una sensación post-trauma, para él eso era otra palabra más. El joven se adentraba en la ciudad dejando atrás a la patrulla de la que no podía separarse si quería asegurar su supervivencia, era lo único cierto que tenía luego de la “Desconexión”. Sabía que la inscripción en su casaca “QX -10” que indicaba el nombre de la patrulla y su número debería ser lo más significativo. Pero no lo era. Apenas su nombre significaba algo para él.

Miguel se apartó del grupo con un propósito en mente surgido al despertar aquella mañana, estaba teniendo acceso a recuerdos todavía incoherentes pero que le despertaban sentimientos. Sensaciones que en esas últimas horas de la tarde aún persistían. Eran las primeras imágenes claras de su mente fracturada. Esas imágenes y sentimientos de su pasado olvidado era lo que más le importaba y quería saber la razón.

Llegó a una esquina bloqueada con un par de camiones volcados. Se subió sobre la cabina del más cercano, apoyándose en un escombro y en un neumático. Se ajustó los toscos anteojos y tocó la herida fresca en su frente donde le insertaron un chip blanco. Miró los edificios a su alrededor tratando de coincidir y reconocer el lugar con una imagen recuperada. El cielo cargado de nubosidades escarlatas y el filtro verde de sus anteojos lo confundía. Aspiró el aire, sucio y cargado de humo por algunos incendios que nadie había controlado ni lo haría. A dos cuadras creyó reconocer un balcón de uno de los edificios hacia allí corrió tratando que los utensilios de su mochila no se golpearan.

Miguel no miraba el interior de los vehículos, que copaban en infinitas hileras las calles, para no pensar en los ocupantes ya convertidos en cadáveres, con los trozos de historia que fueron y que probablemente se relacionaron con él. Hasta el momento no pensaba en ellos como personas si no como portadores de información que a él le habría servido. Era más de lo que había pensado en ellos los días anteriores, en esos tres días no tomaba conciencia de nada. Hoy se esforzaba en recordar. Quería llevar sus pensamientos más allá de la "Desconexión", pero tenía tan pocas imágenes que solo recordaba la nada y luego estos últimos cuatro días con las historias relatadas que han usado para explicarles la situación actual de la humanidad.

Miguel recordó como el resto de la patrulla y él escucharon las historias embelesados en el sonido y las formas que creaban en su mente. El encanto de las palabras de una historia trágica como lo fue el fin de la humanidad y de su prosperidad que se diseñaba apoyada en la tecnología a nuestro servicio. Miguel era un reconectado y como tal se encontraba en un estado amnésico en el que no recordaba sobre si mismo pero sí sobre los objetos y sus usos. En las pruebas los Reconectados reaccionaban bien encadenando sucesos históricos por ello les contaron como se acabó la prosperidad y la humanidad cuando solo unos pocos habían descubierto que la tecnología nunca estuvo bajo nuestro control. Cuando se inspeccionaba la radiación de los teléfonos móviles se encontró un interesante patrón de micro-ondas presente en todo equipo electrónico que incluyera un chip, su manipulación provocaba estados de inconsciencia. Este fenómeno creó grupos de científicos alrededor del planeta interesados y colaborativos en investigarlo. En síntesis lo siguiente que hicieron fue reconocerlo y aislarlo. Pruebas independientes detectaron el patrón en los primeros chips, por lo tanto, año tras año nuestros cerebros recibieron ondas subhipnóticas de subyugación, potenciados por patrones imperceptibles al ojo en grupos de pixeles que se reproducían en los monitores. No se informó a la comunidad mundial pensando que era un proyecto no reconocido ni usado de la Guerra Fría, no se quería remover heridas ideológicas. Para cuando se descubrió su origen ya habían creado toscos anteojos que se potenciaban con chips blancos que hacían visibles las ondas y enviaban impulsos eléctricos al cerebro con ordenes contrarias. Fue mes y medio antes de la invasión que no sabían que ocurriría.

Miguel llegó a la entrada del edificio en el momento en que un rayo cayó a unas cuatro manzanas de su ubicación, esta vez el estallido lo paralizó y casi se cae al perder el equilibrio. Temblando empujó la puerta de la entrada. En el interior, por la escasa luz se veían los bordes de los muebles. Percibió un olor a comida que en su mente mostró una taza y una cuchara cayendo en ella, era un olor distinto y suave a los otros que eran materias en descomposición. Escuchó dos ladridos y el ruido de metales chocando, se detuvo preguntándose de dónde venía aquel ruido y al instante apareció un pequeño perro blanco sucio. En su hocico tenía unas manchas oscuras.

El perro le dio un gruñido y luego movió la cola. Una sensación de alegría bullió en el interior de Miguel, sin pensarlo, tomó al perro con sus dos manos y lo acercó a su cara. Se detuvo un poco antes al percibir el olor a descomposición en el hocico sucio del perro. Lo dejó en el suelo y le tocó aquella suciedad húmeda. También la tenía en sus patas. Miró alrededor y encontró un bulto caído al inicio de la escalera. Era el cuerpo de una mujer, con su cabeza rota y su rostro destrozado, a su alrededor una poza de sangre y cientos de huellas del perrito. Miguel comprendió inmediatamente lo que ocurrió con ella al ver que aún sostenía un teléfono móvil en su mano, del que salía una antena de televisión rota.

A todo el grupo de reconectados se les contó como la población mundial abandonó su rutina y muchos se quedaron temerosos en casa observando los noticieros que en cadena global mostraba la aparición de inmensos y brillantes platillos voladores alrededor de la luna. Muchos huyeron de las zonas pobladas. Y los grupos científicos que investigaban las ondas en los chips, con la primeras imágenes de los platillos, tuvieron la respuesta que necesitaban, validando la teoría conspirativa que hablaba de reciclaje de tecnología extraterrestre, se prepararon para lo peor. Eso los salvó de la Desconexión que ocurrió como un gran estallido de silencio y dejó apagado los cerebros de la humanidad.

Miguel se limpió la mano con la que tocó la suciedad en su pantalón, luego esquivó el cuerpo, del que nuevamente se alimentaba el perrito, y subió. Sintió que algo pasaba por alto, algo muy reciente. Subió con cautela, extrañó al grupo pero luego recordó que actuaba por un motivo particular. Llegó al tercer piso y, pese a la distorsión de los lentes y la penumbra del pasillo, el lugar le pareció muy familiar. No recordó que puerta abrir y decidió abrirlas todas. En el primer cuarto encontró un hombre de mediana edad que parecía dormir sobre el sofá frente al televisor. Le tomó el pulso, estaba vivo. Un acto reflejo hizo que se sacara su mochila para tomar del interior su pistola de descargas eléctricas. Desistió no estaba con su grupo, no sacaba nada con comenzar el “Procedimiento de Recuperación”, para ello necesitaba sus compañeros. Fue al dormitorio, a la cocina y al baño para ver si encontraba algo o a alguien. No fue así. Salió para entrar en el segundo departamento.

La puerta estaba abierta, el interior vacío. Quedaban pocas cosas y había un cartón blanco sobre la mesa, con un texto breve :“Nos fuimos. No queremos ser un blanco fácil.” Al salir se dio cuenta que por fuera la puerta tenía una equis dibujada en una esquina y al lado el número cero. Miró desde ahí la primera puerta y esta tenía la misma equis y el número uno.

La tercera puerta tenía la misma equis pero un lado había un uno y al otro un menos uno. Pensó un instante en que podría significar y la abrió a patadas. El interior le resultó familiar. Entró dejando entrecerrada la puerta dañada. La sala de estar, donde se destacó la repisa de libros y discos compactos, se mostró conocida a pesar del filtro verde de sus lentes y la escasa luz de la tarde de ese tóxico cielo nublado. Ese reconocimiento provocó un movimiento intenso en su interior, hizo que mirara todo con cuidado, temiendo que un vistazo rápido eliminara ese encanto que estaba empezando a sentir.

El par de imágenes a la que Miguel tuvo acceso aquella mañana mostraban, en una, el lugar que lo guió hasta aquí. Era la fachada del edificio iluminada con el sol de un plácido día de verano. En la otra imagen se veía abrazando feliz y satisfecho a un joven mujer. Esas sensaciones la placidez, la felicidad, la satisfacción lo empujaron a separarse de su grupo. El lugar, la mujer le hizo creer firmemente que podría encontrarse consigo mismo y su pasado. El comprender esa información adicional de que era verano el tiempo de la imagen, también le hizo creer que volvería a tenerlo todo.

Los objetos que miraba le causaban una serie de cosquilleos, acompañados por pequeños destellos y la idea de que tras ellos algo trataba de emerger. Con las fotografías era mayor, se acercó a una donde estaba con la joven mujer que vio en su recuerdo. La imagen capturaba el instante que él recordaba. Se la guardó en un bolsillo y fue a ver otra que lo dejó asustado.

En esa fotografía volvía a estar con la joven pero además tenían en sus brazos a un niño. Un destello mayor y doloroso. Recordó que estaba casado con la joven y que tenían un hijo. No pudo recordar los nombres. ¿Y si aún estaban ahí?

A él se le dijo que estaba solo, cerca del muelle donde estaba el laboratorio Eso permitió que fuera uno de los primeros reconectados del sector. ¿Pero y su familia?

Miró la sala abandonada. ¿Serían parte de la gente que huyó? Inquieto fue a revisar las habitaciones, algo le hizo ir por la que encontraría menos problemas, la cocina. Allí estaba la ventana abierta, algunos platos sucios en la mesa. Luego fue a los dormitorios y entró aterrado. Al lado de la desordenada cama matrimonial estaba la cuna. Se acercó con calma. Estaba vacía. En su recuerdo reciente su hijo tenía como un año y medio y las fotos en el velador mostraban a un niño alegre de esa edad. Tomó la fotografía y comenzó pensar en que debía hacer. Lo sacó de sus planes una breve explosión en la calle, fugazmente toda la habitación se iluminó con un relámpago multicolor. “Eviten sectores cercanos a los rayos, ellos andan cerca. Los usan para teletransportarse”, les dijeron al grupo en los primeros días.

Fue a la sala de estar y miró por la ventana. En la calle dentro de un círculo luminoso que se desvanecía estaban los invasores.

Un grupo de seis extrañas criaturas, moviéndose ordenadas. Tenían cuerpos casi humanoides. Sus cabezas eran como el de una hormiga gigante, pero bajo sus brazos tenían otro par de extremidades que tocaban el suelo. Uno de ellos era más grande y tosco, además vestía una especie de chaqueta larga con hombreras, este miró hacia donde estaba Miguel y todo el grupo sin acelerar el paso se dirigió a la entrada del edificio.

Miguel observó el dibujo de pequeñas ondas que se formó en sus lentes a cada paso que ellos dieron. Al perderlos de vista fue a la ventana abierta de la cocina y pensó en un plan de escapatoria, sujetándose en la cañería. Recordó que no revisó el baño. Pensó en el dibujo de la puerta y en su posible significado.

Corrió al baño. Su corazón dio un vuelco. Una joven mujer estaba tirada junto a la tina vestía jeans y un jersey. Era su esposa. Miguel se arrodilló a su lado, aún vivía, al mirar sus pupilas la reconoció como desconectada. Arrodillado a su lado la abrazó con fuerza y se preguntó cuál sería su nombre y cómo salvarla. Vio que las mangas de su jersey estaban arremangadas y lo asoció a que no quería mojarse y de un salto miró la tina. Tenía un poco de agua y unos juguetes de goma, pero su hijo no estaba. Luego pensaría mejor en ello en ese momento debía pensar en los invasores que entraron al edificio.

Le dio un beso a la frente de su esposa y la acomodó en el piso, colocando unas toallas tras su cabeza. Cerró la puerta del baño desde afuera y bloqueó la visión de la misma con la repisa de libros. Movió otros muebles para impedir el acceso.

Volvió a la cocina cuando en sus lentes mostraban pequeñas ondas que le indicaron que los invasores estaban ya en ese piso. Pasó la mitad del cuerpo por la ventana cuando vio en la mesa de la cocina una taza y recordó su pensamiento antes de subir las escaleras: olor a comida. Sintió olor a comida y un fuerte olor a café recién servido cuando el perrito lo distrajo. Alguien estaba vivo y no era parte del grupo. Debía investigarlo.

Logró bajar y se alejó corriendo. Recordó un cajero bancario a dos cuadras, decidió esconderse en ese lugar. Al llegar se escondió tras el cajero, su corazón latía con fuerza al unísono con la herida en su frente. Sentía miedo y no solo por él, también por su esposa por su hijo y por todos los desconectados.

Luego se dio cuenta que llegó al cajero porque lo recordaba. Hizo esfuerzos por recordar el nombre de su esposa, de su hijo y de él mismo y no tuvo resultados. Sin embargo, ya sabía donde pertenecía, rápidamente sabía el nombre de las calles de Valparaíso.

Previo a Desconexión cap. I

Después de mucho tiempo vuelvo a escribir aquí para contar que la siguiente entrada es el primer capítulo de una novela corta, en desarrollo, un working-progress on the web, del que quería haber creado un foro en particular para que los usuarios contaran historias paralelas a mis sucesos y para tal efecto usaran como margenes de la historia este primer capítulo. Sin embargo, para que no quedara sobrecargado hay detalles que no describo en profundidad y que haré en su momento. Si desean saber más detalles escríbanme.
Sobre esta historia comenté en su momento en las lsista de correo de Comunidad de Ciencia Ficción y Godmakers, y de este último lugar es gracias a Xavier vuelvo a ella, él me devolvió la idea y me pidió que la retomara.