martes, agosto 04, 2020

Mudanzas

Con lo de la mudanza se me vino una imagen de cuando niño llegamos a la dirección que fue el hogar por muchos años en ese pueblito del sur.

Después de volver de jugar, la casa había tomado forma. Cuatro paredes, un techo y el piso de tierra más plano que yo hubiese visto en mi corta vida. En el centro de lo que fue la única habitación por varios meses estaba mi madre junto a un bracero encendido al que le arrojó unos ajíes secos. No estoy seguro si mientras crepitaban murmuró algo.

Me dijo que lo hacía para alejar a los bichos… imágenes de ratones y lagartijas cruzaron mi cabeza. Salí corriendo por el olor picante que llenaba ese pequeño espacio.

Nunca pensé hasta hace poco que el bicho al que se refería en especial eran las culebras que ella le temía desde que era muy niña. De cuando lo mandaban a buscar agua y ella con una varilla las espantaba del camino.

Nunca pensé hasta hace poco si en ese acto de quemar ajíes secos había algo más: santiguar la casa.