miércoles, julio 28, 2021

Zumbidos - Parte 3

 

Pedro


«Malditos extranjeros, malditos», esa frase era un zumbido de moscas revoloteando dentro de la cabeza de Pedro. El palpitante dolor de cabeza no lo dejaba.

Estaba en su dormitorio a oscuras, sufriendo y masticando rabia por sus incertidumbres laborales. Sin embargo, no estaba en silencio. Tenía en el pequeño living de su departamento la televisión con su sistema de sonido 7.1 encendida en el canal de noticias con volumen alto. El sonido de la tv para él no era molestia, no lo notaba.

Aporrearon la puerta, escuchó de repente y el dolor se intensificó con el ruido de los golpes. Se atrevió a ir a ver qué pasaba.

El pequeño pasillo estaba iluminado por la luz del televisor. Casi se queda viéndolo. Con paso vacilante llegó a la puerta, quitó la cadena del seguro y afuera dejaron de aporrear la puerta. Lo habían escuchado.

Había algo raro en todo eso, se preguntó qué sería con la mano en el pomo de la puerta. No recordaba cómo había llegado al departamento, tampoco recordaba cuándo ni cómo se fue del trabajo.

Se encontró con su vecino de departamento, quien lo miró extrañado y en su cara su rudeza se suavizó.

¿Está mal amigo? ¿Le llamo a la ambulancia?

No… ¡¿Qué quiere?! —preguntó Pedro pasándose la mano por el centro de su cabeza donde el dolor parecía concentrarse, como tratando de salir. Lo que habló salió con dureza, fue un ladrido.

Su vecino tuvo esa imagen. Lo veía sufriendo y también parecía peligroso, como un perro atropellado que necesita ayuda, pero en su dolor sería capaz de morder a quien se le acercara. Trató de razonar hablándole amablemente.

Amigo, venía a pedirte que bajaras el volumen de tu televisión. Quiero irme a dormir. Mira ando en pijama —Pedro le dirigió una mirada de arriba a abajo—. Trabajo lejos y me levanto temprano. Ahora te veo y creo que estás mal... ¿Estás vacunado contra el Covid? ¿Tienes fiebre o estás intoxicado con una comida...?

¿Por qué dices eso?

Tu piel se ve verde y estás sudando como enfermo… ¿Necesitas ayuda?

¡No! Apagaré la tele. Déjame solo.

Cerró la puerta. Prendió la luz del living y se miró los brazos, no veía que su piel se viera enferma. ¿Y acaso uno con calor no transpira?

Fue hacia el televisor, vio que el titular de la noticia en pantalla decía que habían apresado a uno de los asesinos del indigente. Dejó el volumen en el número 12, no se había dado cuenta que estaba en el número 70. No quería tener a su vecino de vuelta en su puerta, sobre todo siendo un extranjero, un dominicano, reconocía de su acento.

Se quedó de pie mirando interesado lo que hablaban en el noticiero.

Pensó que era más molesto su vecino que el televisor. ¿Cómo era eso de patear puertas de casas ajenas? No aprendían a ser civilizados en otros países, pensó y las moscas dentro de su cabeza volvieron a alzar el vuelo.

«Malditos extranjeros, quieren quitarme mi trabajo como lo hicieron con el call center». No se refería a los trabajadores en su mayoría extranjeros que hubo en el tercer piso, sino a que toda esa área la tomó una empresa situada en otro país latinoamericano, decisión tomada porque además podían ser más rudos con los clientes morosos ya que estos no sacarían nada quejándose de sus servicios, serían parte de un call center sin representación el país. Una manera de quedar fuera del sistema judicial. «Esos extranjeros van a cobrar una tarifa menor y se quedarán con mi pega», volvía a mascar rabia, «o les llevaran mi trabajo a su país y con soporte remoto me reemplazaran».

«Malditos extranjeros. Vienen a trabajar, pero no en igualdad de condiciones, quieren toda la ayuda y nosotros la perdemos en cosas útiles para nosotros».

Le zumbaba y le dolía la cabeza, iba a apagar el televisor y vio que el candidato ultraconservador estaba en un noticiero hablando del asesino detenido, y algo de lo que dijo le hizo sentido.

«Claro que es lógico que se tenga una reacción extrema cuando se viven injusticias», empezó a oír tras el zumbido, como otro tipo de insecto revoloteando dentro de su cabeza, repitiendo esa frase. El dolor en el centro de su cabeza había desaparecido. La frase repetida una y otra vez ganó consistencia y la sentía en su paladar, la podía saborear. Tenía un gusto metálico que le entregaba una sensación agradable.


*


No recordaba en qué momento salió de su departamento y fue al del vecino. Estaba frente a su puerta y no sabía si había llamado o no, pero la puerta estaba cerrada. No había zumbido en su cabeza, no había dolor. Sentía que él dolor estaba dormido. Se fue a su departamento que tenía la puerta abierta en su totalidad.

«¿Cuánto rato estuve frente a la puerta del dominicano?», se preguntó antes de tirarse a la cama y quedarse dormido. Ni siquiera se dio cuenta que sus nudillos estaban pelados, rojos, sangrantes.



[Parte 1: Irma]

[Parte 2: Marcia]

[Pronto Parte 4: El otro Pedro...]

martes, julio 20, 2021

Zumbidos - Parte 2

 Marcia


Antes de levantarse a pagar el café, que bebió afuera, en la pequeña «terraza» del pequeño local, Marcia miró una vez más el celular.  Ningún mensaje nuevo, ninguna comunicación desde media tarde.  La batería tenía poca carga y decidió que sólo lo usaría para ver la hora y esperar algún mensaje puntual.

Salió a la calle lavándose las manos con alcohol gel que había en un dispensador dentro del local, se abrochó el abrigo largo que usaba no por frío, sino para ocultar su tenida de trabajo y se dirigió al paradero del transantiago. Pasó junto a un Pub, miró rápidamente al interior y no vió a quién buscaba.  No estaba Pedro. Su desilusión se mezclaba con preocupación.

En un mensaje por chat, posterior al acuerdo de encuentro de la tarde en ese pub, él manifestó que tenía dolor de cabeza y sentía ardor en los ojos.  Ni siquiera sabía si podría completar el turno y cruzaba los dedos para que no apareciera una incidencia en la tarde que le exigiera demasiada atención.  Si fuese otro día ella habría bromeado diciendo que los de Soporte Informático nunca les había gustado trabajar, pero en la hora de colación luego que se fuera Irma ella se enteró de las preocupaciones laborales de él.

En ese rato de colación vio que él trataba de pelar al jefe pero no podía teniendo cerca gente de otras áreas. «Mejor lo conversamos con unas chelitas», dijo ella y la confirmación llegó después por el chat de la empresa. Allí conversaron otro poco hasta que él le contó algunas incertidumbres laborales muy ácidas y oscuras que en momentos se perdían en quejas incoherentes contra extranjeros.  Eran comentarios que otras veces ya se los había escuchado y que cuando ella dijo «Qué estai diciendo?» por cuarta vez, él le habló de sus malestares físicos.

En el paradero mandó un mensaje a Pedro preguntándole cómo estaba y esperó unos minutos, mirando el celular de tanto en tanto, para ver si respondía. Nada. En eso llegó su bus de transantiago, sacó una mascarilla del bolsillo de la chaqueta y se la puso.

El chofer estacionó el vehículo, pero no abrió las puertas inmediatamente.  Marcia creyó que no lo haría y se iría como pasaba a veces. Pero luego de un minuto eterno se abrió la puerta del final, de allí bajaron tres personas y dos subieron sin pagar. Los tres que bajaron se quedaron mirando al centro del bus, Marcia también lo hizo y vio que había una pelea. Se abrieron las puertas y salió un grupo de seis personas.  Tres eran haitianos, uno se apretaba la nariz, le sangraba y la mascarilla que llevaba estaba manchada. Inmediatamente se cerraron esas puertas y los del grupo que no eran haitianos se fueron a las puertas y empezaron a gritar y hacer gestos a los que quedaron.  En eso se abrió la puerta delantera, Marcia que estaba junto a esa puerta entró, pasó la tarjeta bip y se quedó en el pasillo del inicio, esperando que se desocupara el asiento que le gustaba ocupar, uno cerca de la ventana donde podía sacar el celular sin miedo a un lanzazo. Se notaba la tensión en el interior del bus.  Escuchó gritos desde el fondo. «¡No bajaron todos!», gritaba una mujer.  El chofer gritó «¡No importa, se acabó la pelea!».

Marcia pensó que en algún momento de su viaje de 40 minutos se enteraría de lo que había pasado.  Lo que ocurrió e hizo que se olvidara de Pedro porque lo asoció con el tipo de sujetos que había empezado la pelea en ese bus.

Lo que supo escuchando a la gente es que había comenzado con un tipo que en principio hablaba en voz alta enojado porque un haitiano iba sentado en un asiento del bus. Consideraba que era injusto con los chilenos y que lo debía entregar, que su esposa (o acompañante) le pedía que se calmara y él haitiano reaccionó tomándole el codo cuando el tipo empujó a la mujer para que no se metiera.  El tipo se puso colorado y le dio un puñetazo en la nariz al haitiano.  Ahí se metieron otros a separarlo e increparlo. Pidieron al chofer que parara para bajar al agredido y al agresor, también para llamar a carabineros, pero el chofer decidió continuar hasta la parada y allí por el tumulto, bajaron los que separaron al agredido. El agresor continuó otras paradas en el bus, la mujer trataba de controlarlo.  Marcia lo logró ver y su cara le causó miedo. La ausencia de mascarilla dejaba verle una sonrisa de satisfacción que resultaba ofensiva, parecía de un psicópata.

Se preguntó si Pedro llevaría su odio a eso, creía que no. 

«¿Y por qué me estoy preocupando por él ahora? Maldita Irma que me metiste ideas en la cabeza... si estaba tan tranquila».

Salía los fines de semana a carretear y podía desconectarse totalmente del trabajo, aunque fue en el trabajo donde se hizo amiga de unas telefonistas colombianas buenas para el carrete.  Fue cuando el call center todavía estaba en el tercer piso de la empresa. Conoció a harta gente, salía a fiestas con las colombianas, ocasiones en las que se sumaban otros telefonistas extranjeros. En distintas fechas, llegó a pinchar.  Del que mejores recuerdos tenía era de Osman, él era un venezolano siempre simpático, buena dicción, que besaba muy rico y nada vergonzoso al salir a bailar.  Las colombianas eran distintas a Irma que aún no se sacaba todo lo santurrona que se mostraba al principio, hasta ahora seguía sin querer salir a carretear.

Las colombianas y Osman fueron parte de los 40 telefonistas despedidos; su área se tercerizó, luego se redujo el área de Pedro. El jefe del área administrativa donde trabajaba Irma y ella, les dijo que no tuvieran miedo, que su área no peligraba en la reestructuración, que incluso era posible que contrataran más gente.  Muy diferente de lo que le dijeron a Pedro, su área reducida a él y dos más era posible que desapareciera, aunque nada claro, en dos meses le deberían informar la resolución.

Sacó su teléfono, vio si la batería le alcanzaba para enviar unos mensajes y le escribió un saludo a las colombianas y les preguntó si tenían planes para el viernes.  En el whatsapp buscó a Osman y vio que había cambiado su foto, tenía una chaqueta con el nombre de un call center.  Se alegró por él y le mando un mensaje, «Holaaaa…. qué contai?».

Llegó a su casa, saludó a sus papás que estaban acostados viendo un programa de concursos, se fue a su pieza donde puso a cargar su teléfono y prendió la tele.

En un canal entrevistaban al eterno candidato ultraconservador porque en la tarde habían dado con uno de los asesinos del indigente, el que había sido visto en uno de sus mítines.  El candidato decía que no podía hacerse cargo de un crimen hecho por alguien que podría estar perturbado mentalmente según informaciones extraoficiales, pero (PERO) quizá su acción haya sido una reacción extrema pero lógica a una problemática que nadie se hizo cargo, que el estado estaba metiendo dinero en ayudas sociales que no daban resultado, eso a larga molestaba a ciudadanos preocupados por el uso de los impuestos... apagó la tele. Ella era una ciudadana que no estaba para ver esos juegos políticos.  Pensó en el agresor del transantiago... ¿sería un ciudadano preocupado?

Dejó de pensar en eso ya que justo recibió respuesta de Osman y luego de una breve conversación ya tenía planes para el viernes.

Pareciera que la vida es irónica y nos permite hacer alegres planes futuros, pero después encuentra maneras para mancharlos.  Marcia no sabía la tempestad que se avecinaba y que ella estaría en el lado más feroz.-


Continuará...

[Parte 1: Irma]

[Pronto Parte 3: Pedro...]