jueves, septiembre 23, 2021

Zumbidos - parte 4

 El otro Pedro


El frío de la noche despertó a Pedro, el otro Pedro. Se había quedado dormido apoyando su espalda en el árbol y ahora despertó con hambre y frío. Se levantó con dificultad, sintiendo su cuerpo tieso y a paso lento fue a la carpa de Jenny a pedirle algo.  Ella no estaba, pero había una caja con medio sanguche, se dijo que ella no iba a volver y se lo comió.  Recordó que Jenny le había dicho la noche anterior que era mejor irse de allí, que habría problemas, que lo sentía en sus huesos.  Le habló de un grupo que circuló por allí antenoche y que ella vio que buscaban pelea.  Le habló de los ojos y su tono de piel.  Se notaba que ella tenía miedo y más al hablar de esos detalles.  Claro que de repente ella hablaba tanta lesera, pensó.

Claro que ella podría decir lo mismo, ya que nunca le creyó que él antes de ser dejado en el margen de la vida, como le gustaba decir, era un profesor de matemáticas de segundo ciclo.  Cuando el problema del alcohol todavía era un pequeño problema, según él, le hizo perder el trabajo, casi en la misma fecha en que moría su madre y para su sorpresa descubría que ella ya no era dueña de la casa como se creía y en esas semanas viviendo de paso en casas de diferentes amigos su pequeño problema se convirtió en un vicio, en una criatura que le exigía sobrevivir y él le hizo caso.  Manteniendo tranquila a la criatura, él también quedaba tranquilo, sin darse cuenta que se alejaba de todo.

En el interior de la carpa de Jenny sólo quedaba una frazada y el otro Pedro se la quedó.  Como si hiciera un trueque dejó su mascarilla sucia en el interior de la carpa donde estaba la frazada y se fue a la suya, donde se arropó y se volvió a quedar dormido.

El ruido de unas cadenas siendo arrastradas en el cemento y una risotada que escuchó demasiado cerca lo despertaron.  Le asustó oír otras risotadas que escuchó después.  Es un grupo grande y están en la plazoleta, se dijo poniéndose en alerta.

Y lo era. Los vio al asomar la cabeza para ver qué ocurría.  Unos estaban aplastando las carpas de Jenny y de Pancho. Pancho aún no volvía esa noche. El grupo risueño lo vio y se concentró en él.

—Vaya, vaya… ¿te dejaron solo, lacra?  Ayer la otra escoria me vio, parece que sabía que volveríamos… Hablo de tu amiguita… ¿tu novia?

Quien hablaba era el líder por lo que comprendió, en cada una sus pausas sus compañeros reían.  No había nada de gracioso.  El otro Pedro estaba teniendo miedo, ¿alcanzaría a irse?.

Dos tipos lo sacaron a tirones de su carpa.  No estaba seguro, creía que estaban maquillados, como soldados con pintura de guerra.

—¿Es tu novia?, te dije… ¡Responde!

—No, no lo es.

—¿Volverá?

—No lo sé.

—¿Y el otro, el barbón?

—No lo sé.

—No sabes nada, lacra.

—¿Qué me van a hacer?

Todos rieron. Una risa larga, fingida, sicótica.  Los que lo sujetaban después de la risa hicieron sonidos guturales.  Nada de palabras, pero se entendían.  El otro Pedro entró en pánico, no veía salida.

Cuando lo golpeaban deseó que Jenny y Pancho no volvieran, para que no pasaran por lo mismo, era doloroso.  Cuando su vida estaba por irse y ya no sentía dolor soñó que volvía a casa de su madre, aún era de ella, no la habían estafado.  «Pedro, te estaba esperando para tomar once», le dijo su madre desde la puerta. Le gustó que le llamaran por su nombre, que no hubiera señales de reproche o de lástima al nombrarlo. Entró con ella a la casa demasiado iluminada.  El pasillo era un túnel de luz.


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[Parte 1: Irma] [Parte 2: Marcia]

[Parte 3: Pedro] [Pronto Capítulo 2 - Parte 1...]