domingo, octubre 03, 2021

Zumbidos - Capítulo 2 - Parte 1

 —Capítulo 2: Olas de violencia—


Irma


Empezó como un día normal y fue después de la ducha matinal que Irma prestó atención a la radio alarmándose con la noticia.  No parecía real.

Escuchaba una radio online en su computador y pretendía responder con un mensaje, uno que había pensado mucho, a una persona en especial en su Facebook.  Estaba en bata y con una toalla envuelta en su pelo mojado y quedó choqueada, aturdida unos segundos.  No, no le parecía real la noticia.  El miedo lo sintió como un cosquilleo tras sus orejas.

Caminó a la ventana que daba a la calle y buscó la plazoleta, tan preocupada estaba que había olvidado que desde su cuarto no se veía.  Así que volvió al computador y abrió una página de un canal de noticias donde en directo mostraban la plazoleta. Policías en overoles blancos entraban a una tienda montada junto a las carpas, el periodista hacía hincapié en que no era el único hecho de violencia ocurrido en esa madrugada en el país, pero el que él reporteaba resultaba brutal porque la plazoleta estaba bastante cerca de una estación de metro y mucha gente pasaba por allí, incluyendo niños.

Irma escuchaba atenta, temiendo que apareciera el nombre de Jenny, atemorizada por lo sucesos que estaban ocurriendo, ¿había dicho que no era el único incidente? ¿Qué estaba pasando? Ayer un indigente fue asesinado y hoy hubo otro y según la radio había más incidentes.

Que la gente de la capital se volviera loca no le parecía raro, que llegara a ese extremo le podía parecer discutible…. Aunque no podía olvidar el estallido social ni que cuando llegó a la capital y tomó el metro por primera vez fue testigo de un par de situaciones extremas, de una violencia de la que no estaba acostumbrada. Presenció una pelea entre vendedores ambulantes y otra de unas señoras que peleaban porque una acusaba a otra de bloquear la salida.  Estuvo tan cerca que pudo palpar la furia que tenían.

Fueron experiencias extremas necesarias, le diría Marcia, para curarse del espanto de la capital.  El primer mes estuvo temiendo volver a enfrentarse a un hecho similar, empezaba a sentir nervios cuando alguien se envalentonaba y pretendía pelear y quedaba un rato así a pesar que la otra persona se disculpaba o no pescaba, bajando la intensidad del incidente.  A veces creía que era ese smog que cubría la capital el que enturbiaba a las personas.

¿Qué estaba sucediendo? ¿Era cierto lo dicho por el periodista de que habían hechos de violencia similares en otros lugares del país? Le molestó que el periodista no se refiriera a la víctima, a ella le interesaba eso y no que el que el énfasis fuera que un asesinato cerca del metro fuera más impactante… ¿además qué quería decir con eso? De seguro Marcia sabría y ya adivinaba lo que diría, que no importaba el indigente, importaba que pudo pasarle a alguien que trabajara, a un buen elemento para la sociedad.

El miedo aún pasaba sus dedos helados por sus orejas y para ayudar a calmarse paseó la vista en las paredes en busca del crucifijo que no estaba, no era su habitación de la casa de sus padres.  Allí había uno que muchas veces parecía que cristo le devolvía una mirada de reproche, a veces de lástima y, a veces, le entregaba consuelo. «Jesucristo, nuestro Señor, sufrió más que tú», volvió a escuchar en su cabeza las palabras que la terminarían alejando de la iglesia y de su fe porque fueron las palabras de una charla más extensa con el cura de la parroquia a la que iba con su madre.  No hubo más consuelo, solo reproche.

Tratando de quitar el sabor agrio que quedó en su boca, empezó a abrir pestañas buscando la identidad de la persona asesinada en la plaza y para ver qué había ocurrido en el resto del país en otros portales noticiosos. Su mano temblaba sobre el teclado. Habían pocos detalles de los hechos violentos ocurridos en regiones.  (Como siempre la capital copaba las noticias.) Otra noticia que le llamó la atención fue en la que hablaba el abogado defensor del agresor detenido el día anterior y señalaba que quería que se hiciera a la brevedad un análisis psicológico y uno en busca de trazas de drogas ya que su defendido era, hasta ese hecho, un trabajador respetado en su estudio contable y no había en su actuar pasado una actitud similar,  su ex pareja, con la que tuvo un hijo, hablaba bien de él.

La información la encontró en la página de un periodista freelance llamado Raúl Gonzalez que entregaba notas a distintos medios y que en su blog personal colocaba los enlaces a las noticias.

El canal de noticias que tenía en una página abierta dio la hora y se dio cuenta que se estaba retrasando, ya no podría escribir el mensaje.  Dejó abierta las noticias de la radio online encendida esperando que dijeran quién había sido asesinado y esperaba que no se tratara de Jenny.

Cuando ya estaba vestida, maquillada y con el bolsito con la colación listo, apagó el computador aún sin saber quién había muerto.  Luego lo olvidaría un rato con lo que se encontró en el pasillo.

Salió tan rápido de su departamento cerrando la puerta y asegurándose de dejarlo con llave que no vio a su vecina tirada de espaldas en el suelo hasta que llegó al ascensor.  Su vecina se movía lentamente incapaz de ponerse en pie. Irma corrió hasta ella y dejó sus bolsos en el suelo junto a ella. Lo primero que hizo fue tomarle la mano y estaba helada, le vió la cabeza y tenía un golpe en la frente donde había salido un poco de sangre. La golpearon, se dijo Irma.

—Vecina, vecina… ¿Me escucha, señora Juana?¿Quién le hizo esto?

—¡Suéltame! —gritó, fue como un ladrido e Irma creyó que faltó poco para que la mordiera. Movía la mano tratando de liberarse de Irma, aunque ella trataba de ayudarla.

Corrió al departamento de su vecina, encontró el televisor encendido en un programa matinal que también estaba haciendo un enlace a la plazoleta.  Irma apagó la tele, tomó un cojín del sofá y, antes de salir, llamó por el citófono a la conserjería. Le contestaron al segundo repique y explicó la situación al conserje el que indicó que iban a ir inmediatamente.

Las cámaras en los pasillos no eran revisadas con regularidad, los conserjes tenían prioridad de observar los estacionamientos y los ascensores en la única pantalla que tenían, si veían algo sospechoso activaban y veían las cámaras de los pasillos. Aunque eran más reactivos que proactivos, las revisaban cuando algún vecino anunciaba que había sido víctima de robo. Quizá por eso la señora Juana salía a mirar quien llegaba al pasillo, ¿habrá visto a alguien?, se preguntó Irma.

Volvió donde la vecina. Desde la puerta mientras hablaba con el conserje observó sus movimientos lentos e interrumpidos con ocasionales manotazos rápidos en el suelo como esos juguetes a baterías en mal estado.  Trató de levantarle la cabeza para poner el cojín y ella no se dejaba.

—¡Déjame! ¡Conozco a las de tu clase!...

Irma quedó congelada, sorprendida. La desconocía. No le gustó la manera cómo hablaba…. ¿Se medicaba?  y en eso notó que la piel de ella tenía un tono verde, lo asoció a que llevaba mucho rato tirada en el suelo y el frío de las baldosas le estaría afectando.

—Vecina. ¿Déjeme ponerla en pie y llevarla a su departamento?

—¡Déjame! —. Y esta vez le lanzó una dentellada en la que los engranajes de su mandíbula crujieron poniéndose en marcha. Irma reaccionó alejándose.  Se puso en pie y observó a su vecina, sus movimientos tenía más de esos movimientos bruscos.  Era una máquina poniéndose en funcionamiento con pequeñas aceleraciones. Una máquina con forma de animal  y poseída de una película de terror.  Retrocedió otro poco.

Llegó el ascensor y de allí salió el empleado de la limpieza, era un joven moreno. Peruano, le parecía a Irma por el acento de las pocas palabras que habían hablado entre ellos en ese tiempo: un saludo y que tenga un buen día.

—¡Ohh...Vaya! Yo me encargo, señorita —. Sacó un woki-toki y llamó a conserjería explicando la situación que no era muy diferente a lo que ella había dicho. Llamarían a una ambulancia.

—¿Hizo algo usted?¿La movió?

—Traté, pero no se dejó.

—Yo le pondré ese cojín, mientras esperamos a la ambulancia. Si tiene que ir a trabajar yo me encargo del resto. Escuché en la radio que la atención de las ambulancias es lenta hoy.  Ha habido muchas peleas.

—Muchas gracias, tenga cuidado con ella, me trató de morder.

Irma entró al ascensor y mientras se cerraban las puertas vio cómo el joven trataba de poner el cojín y de evadía las mordidas que le lanzaba la señora Juana.

—¡Déjenme! Conozco a los de su tipo…


Tuvo problemas para tomar su ruta al metro por los operativos policiales en la plaza.  No le querían dar información los carabineros que allí estaban hasta que una oficial, algo alterada y deseosa de que ella se fuera le dijo que el asesinado era un hombre. 

Quedó más tranquila al saber que no se trataba de Jenny, seguía interesada en saber quién era la víctima y si lo que allí había pasado tenía relación con todo lo demás que estaba pasando.

Rodeó la manzana para llegar al metro.  Allí se puso a buscar radios donde obtener más información. La dejó en una radio que hablaba de problemas en un hospital y buscó sitios de noticias en internet.  Finalmente entró al blog del periodista freelance, en ese momento su última información decía que estaba en el psiquiátrico del SML esperando llevaran al asesino del indigente. El periodista además tenía unas breves notas del colapso con las ambulancias.

Irma estaba tan atenta a las noticias y preocupada de su situación laboral por su retraso que no se percató que había menos gente que lo habitual en el metro ni que pudo subirse a uno sin problemas.  Le escribió a Marcia y ella le respondió que también estaba retrasada.

Habían pasado dos estaciones cuando las luces pestañearon y el tren frenó con un chirrido metálico.  No era comparable pero pensó en algo que ni siquiera había ocurrido: en su vecina tirada en el suelo chirriando los dientes y luego los engranajes de su mandíbula comenzaban a trabajar.

La voz inentendible del conductor dio información que ella interpretó como que había que esperar hasta que la siguiente estación estuviera disponible.  Ya le había pasado que en algunas ocasiones el tren se detenía en el túnel esperando que el tren predecesor dejara la estación. 

Vio que quienes iban cerca de ella se estaban impacientando cuando solo habían pasado dos minutos, a los cinco ya estaban alegando y gritándose entre ellos.  El miedo empezó a envolver a Irma con garras frías.  Sentía que no podía moverse del lugar en que estaba.  Mirando con temor a su alrededor se dio cuenta que no estaba totalmente lleno el vagón.  Eran pocos, pero no se sentía segura con esa gente.  Volvieron a pestañear las luces y ella dio un sonoro suspiro.  Hubo pasajeros frente a ella que la miraron con molestia.  Sosteniendo la mirada, manteniendo el enojo.  Como ninguno llevaba mascarilla pudo ver sus labios apretados. El tren comenzó a moverse haciendo nuevos chirridos que ella percibió como si fueran provocados por las mandíbulas de los pasajeros que la observaban.

 En la siguiente estación Irma salió espantada apenas se abrieron las puertas.  Sentía las piernas temblorosas.  Dio unas respiraciones profundas para relajarse.  Después miró a su alrededor por si alguien de allí se había molestado con ella, pero los pocos pasajeros que había en el andén miraban en otra dirección.  La atención estaba dirigida a un grupo donde había guardias y un empleado de la estación con un botiquín (una maleta plástica con la cruz roja en su centro).

Nada estaba bien.  No cabían dudas de que algo malo estaba pasando.

Buscó un asiento disponible en el andén y sacó el teléfono del bolso para volver a escuchar radio o leer el blog. Pasó mucho rato en eso cuando entró a ver los mensajes que le habían llegado.  Marcia le escribió varios.  Que tuviera cuidado al llegar, que habían problemas en la recepción de la pega.  Que la estaba esperando en un café cercano. Que Pedro estaba en problemas, que no iba a creer lo que había pasado.

Ya podía creer cualquier cosa. Con un estremecimiento pensó en el rechinar de las mandíbulas de su vecina y de los pasajeros del tren que había abandonado.  Su radar interno la alertaba de posibles peligros.

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