viernes, mayo 22, 2020

Día 57 de Cuarentena Total.


Mientras tomaba desayuno leí la noticia sobre el desatinado concurso de cuentos que organizaba el gobierno y que llevaría el nombre de Luis Sepúlveda. Lo que más me sorprendió fue que estaban dos ministerios involucrados y supuestamente fue debatida la idea con otras comisiones y ninguna notó lo macabro y hasta burlesco del concurso (¿nadie?). ¿Qué es lo que pudo fallar? ¿O nada falló y esa era la idea?

De repente me da la impresión que al gobierno le gusta hacer cosas, que se pensaba no haría, pero tratando de incomodar o humillar o avergonzar o enojar. Como si fuera un atributo imposible de erradicar del patrón que ayuda a su peón para hacer notar que hay una diferencia, la verticalidad, entre el uno y el otro. Me da para imaginar esta situación: un día el patrón se entera que su peón no ha ido a trabajar porque está cuidando a su esposa enferma, es el único que puede hacerlo, está lejos de la fecha de pago y están pasando hambre. El patrón va a dejarle una caja con alimentos, el peón se pone contento, le agradece, mira el contenido de la caja y ve que algunas son gelatinas y hay una botella con bombilla. “¿Eso no es necesario?”, le dice el peón. “Oh, claro que sí. Es para que le dejes a tu esposa en el velador, con agua, así no te va a necesitar y podrás ir a trabajar. Nos vemos mañana”.

Me puse a pensar en eso para tratar de no pensar en esas ambulancias que hoy he escuchado a cada hora. Para no pensar en esos errores que nos tienen con hospitales colapsados. Para no entrar a ese tema hoy. Para no mirar lo mal que estamos y que se debe a decisiones del gobierno, ya que hoy ellos insistían en que no miráramos los errores, que no se hablara de ello, porque si hay problemas es por culpa de todos.  Un mal patrón haría eso, vanagloriarse de los logros ufanándose que fueron propios, pero si hay fracasos, en ese caso, es de todos la responsabilidad y si se puede culpar a los peones, mejor todavía. Así estamos.

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